Una labor de coordinación entre escuela y familia.
El compromiso con una paternidad responsable y comprometida es una de las características de nuestra sociedad. En el caso de los padres de hijos adaptados este compromiso es sin duda aún mayor. Las dificultades que todo proceso de escolarización conlleva junto con los obstáculos específicos del menor adoptado son vividas por los padres como indicador de la satisfacción o insatisfacción con el proceso global de la adopción. Trabajar en la adaptación de cada caso y en la coordinación entre escuela y familia permitirá tener una visión más realista y no añadir problemáticas a la difícil tarea que los menores y sus padres están llevando a cabo.
Frecuentemente nos encontramos con padres de hijos adoptados que consultan por no sentirse capaces de abordar solos las dificultades que sus hijos están teniendo en el proceso de escolarización, bien por presentar un bajo rendimiento en el aprendizaje como por tener problemas de conducta en el aula y en casa.
Recientemente, Berástegui y Rosser presentan mediante un estudio las dificultades específicas que los menores adoptados tienen a la hora de integrarse en el medio escolar (1) puesto que al doble proceso de adaptación –la familia adoptada y la nueva escuela- que estos menores deben realizar a la hora de integrarse en la escuela hay que añadir el modo en que los obstáculos que encuentren en el camino afectarán a todos los miembros del nuevo sistema familiar, incluidos los propios padres, lo que revertirá de nuevo en la seguridad/integración de los menores.
Los menores adoptados se enfrentan a un doble reto en su escolarización, a la necesidad de adaptarse al nuevo entorno y de establecer nuevos vínculos se añade, como a cualquier otro alumno, la necesidad de realizar progresos en la adquisición de conocimientos y en el proceso de socialización.
El estudio fue realizado con una muestra de 91 menores adoptados nacional e internacionalmente donde el 45% eras chicos y el 55% chicas. Llevaban adoptados una media de 2 años y medio, teniendo, entre 3 y 11 años, en el momento del estudio.
Dicho estudio evalúo, a través de los datos recogidos, tras rellenar un cuestionario por los padres, el grado de integración escolar general de sus hijos, así como los niveles concretos de adaptación, aprendizajes básicos, resultados escolares y relación con profesores y compañero y su actitud en el aula.
El 80% de los adoptados se integran con normalidad, mientras que, en un 20% de los casos, el proceso de integración va a requerir de un esfuerzo adicional del menor para responder a las demandas de la escolarización normalizada.
Una de cada cinco familias percibe dificultades en el rendimiento escolar y en la actitud en el aula y éstas son mayores en la medida en que aumenta la edad en la que fueron adoptados.
El tiempo en que el menor ha permanecido en instituciones, tras la separación de su entorno original, correlaciona negativamente; a mayor tiempo menor es el rendimiento escolar y más difícil el proceso de integración.
Este estudio matiza que existen mayores dificultades en dicha integración en función del lugar de procedencia de los menores pero que estas no son debidas tanto a las diferencias idiomáticas sino que tienen que ver más con los diferentes sistemas de protección con los que ha contado el menor en su país de origen. Presentan mayores dificultades los menores procedentes de América Latina y los países del Este que los adoptados en Asia o en España.
Por último, se comprueba, de nuevo, que los padres adoptantes son sensibles a las dificultades que este proceso de integración escolar presenta tomándolo como termómetro de su satisfacción con la adopción lo que a su vez afecta a la convivencia familiar. Señalando, las autoras, que “un mayor grado de dificultades en la integración escolar de los menores adoptados se asocia con menor sentimiento de autoeficacia y control en los padres, y menor grado de satisfacción con su adopción”.
Se recomienda, por ello, cuidar especialmente la incorporación a las escuelas de los menores tras la adopción, estableciendo una coordinación activa entre la familia y la escuela, para abordar las dificultades que puedan aparecen; respetando el ritmo que los menores necesiten en este proceso de adaptación a su nuevo entorno, tanto familiar como escolar.
Para que esta labor de coordinación sea más efectiva disponer de un espacio de diálogo y confianza para poder analizar y comprender todo esto ayudará a los padres en esta tarea.
(1) Berástegui, A. y Rosser, A. (2012) La integración escolar de los menores adoptados: percepción parental y variables implicadas. Anuario de Psicología: The UB Journal of Psychology, Vol.42(3), 343-360.