El deseo sexual, como el vital, no se agota nunca y siempre se transforma
El deseo sexual puede verse afectado ante factores como el estrés, el malestar emocional, una enfermedad, determinados medicamentos y toda una larga lista de situaciones, fruto del momento vital y de cómo, cada uno, vive lo que le acontece, interna y externamente.
La sexualidad y el deseo nos constituyen como personas. Siempre estará con nosotros el afán de vincularnos, de disfrutar del placer del contacto y de expresarnos amorosamente; lo cual no quiere decir, que no haya momentos en que el anhelo vital y, en concreto, el sexual se sienta con diferente intensidad, esté bloqueado o que, incluso, conscientemente no lo percibamos.
Nuestra capacidad para responder a los deseos de contacto de nuestra pareja puede verse afectada, bajo determinadas situaciones, y la capacidad para motivar también varía en función de las circunstancias en que nos encontremos. Si a estos factores añadimos el miedo a que la situación de falta de deseo o de vitalidad se haga permanente o irreversible, aumentaremos las probabilidades de que se prolongue en el tiempo esta ausencia.
Enumero algunos de los factores más habituales, tanto internos como externos, que pueden condicionarnos a la hora de sentirnos, en concreto y temporalmente, con menos deseo sexual hacia nuestra pareja:
- Si nos encontramos excesivamente cansados, tenemos una preocupación excesiva por algo o nos sentimos sobrepasados por las circunstancias; es normal que no sintamos deseo sexual o que éste no aparezca, de la misma manera o con la misma intensidad. Nuestro cuerpo necesita toda la energía disponible para recuperar el gasto que supone la preocupación. Será preciso, primero, recuperar fuerzas y bajar la preocupación, más tarde volverá el deseo.
- Si estamos en un momento en que no nos sentimos bien con nosotros mismos no tendremos muchas ganas de acercarnos al otro. Forzarnos a ello no hará más que empeorar las cosas. Es el momento de preguntarnos qué necesitamos para sentirnos bien con nosotros mismos y hacerlo. Las ganas de estar con el otro volverán, si podemos estar con nosotros mismos y darnos algo de lo que necesitamos.
- Dormir o descansar mal nos puede afectar y volver más suspicaces o irascibles. Darnos el tiempo necesario para recuperarnos y descansar mejor beneficiara a todo nuestro organismo. El deseo, hacia lo que nos gusta y queremos, es probable que empiece a circular de nuevo; nuestro deseo sexual, también.
- Los tóxicos y las drogas alteran nuestra percepción y, de un modo u otro, también nuestro deseo. Especialmente remarcable es el caso del alcohol; al estar extendido culturalmente su consumo, muchas veces no tenemos en cuenta los efectos que tiene en nuestro organismo, siendo éstos muy variables en función de cómo estemos.
- Para tener una buena salud es necesario llevar una dieta variada y rica, para sentirnos con energía y, por tanto, con ganas, motivación y con deseo también. Una alimentación escasa y poco variada nos desvitaliza. La falta de deseo sexual puede ser un indicador de que, en este aspecto, nos estamos descuidando.
- Si estamos abordando una enfermedad podemos ver cómo queda aplazado, por el momento, nuestro deseo sexual en la forma en que habitualmente lo percibíamos y lo manifestábamos. Podemos necesitar todas nuestras energías para nuestra recuperación. En otras ocasiones, si nos sentimos con deseo, expresarlo puede facilitar la recuperación misma en esa o en otra etapa del proceso. Escucharnos y aceptarnos, ayuda; tener ideas prefijadas, no.
- Si tenemos un conflicto con la pareja quizás podamos aparcarlo sin que se vea afectado nuestro deseo sexual o, a lo mejor, nos será necesario restablecer la relación hablando o haciendo lo que necesitemos, para percibir que estamos de nuevo en sintonía, siendo sólo entonces cuando podemos volver a sentir el deseo de encontrarnos con el otro.
- El deseo está relacionado con la fuerza y también con el placer, esto puede hacer que si estamos tristes o viviendo una pérdida significativa contactemos más con el dolor y la pena y no podamos disfrutar de lo bello o placentero de la vida. Respetémonos este momento, si eso nos ocurre, sabiendo que irá cambiando poco a poco. Muchas veces sucede que, tras aceptar nuestros sentimientos, pueden convivir en nosotros la tristeza, por un lado, y el placer por el otro.
- Cuando estemos tomando algún tipo de medicamento debemos tener en cuenta que éste puede alterar la forma natural que nuestro organismo tiene de sentir, modificando los umbrales a los que estemos acostumbrados o consideremos habituales para nosotros. Será conveniente consultar con el especialista que lo haya prescrito puesto que una variada cantidad de fármacos presentan como efectos secundarios diversas alteraciones sobre la sexualidad.
Por último, añadir que en cada etapa de la vida la vivencia del deseo tendrá unas cualidades diferentes y cada una de ellas requiere un periodo de adaptación. Teniendo en cuenta que en todo momento puede ocurrir un cambio en la vida de una persona, donde lo vital se vea afectado, incluyendo, por supuesto, la muerte; vivir implica crecer, lo que conlleva, en sí mismo, unos cambios vitales: desde la infancia llegamos a la juventud, habiendo pasado por la pubertad y la adolescencia, del adulto joven surge el adulto maduro y de ahí, paso a paso, llegará la etapa de vejez o senectud. En relación al deseo sexual, los cambios vividos en la adolescencia y en la menopausia pueden ser más significativos y requerir, habitualmente, una atención específica.
El deseo, como motor de vida que es, mantiene un juego dinámico, y nunca completo, de cumplimiento y de insatisfacción.
Vivir va a ser cuidar, observar y conocer, en cada etapa de nuestra vida, ese movimiento de nuestro deseo, para saber qué nos motiva y que no, qué nos estimula y qué nos inhibe, tanto en el campo de la sexualidad como en el resto de los ámbitos de la vida.